La luz de Cristo no es solamente luz para la mente, sino para la plenitud de todos los aspectos de la vida humana. La vocación del cristiano consiste en reflejar esa luz que da sentido y fruto a la vida haciéndola resplandecer en sí mismo y contagiándola a otros, amando a Dios y haciéndolo amar por los demás.
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